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TRENES EN MOVIMIENTO

Sabado 9 de noviembre 2019 / Diciembre 18, 2023 16:58

EL FERROCARRIL HISTORIA DEL CAMINO DEL AGUA

Agua, eres fuente de toda cosa y de toda existencia…
Ellas preceden a toda forma y sostiene toda creación…
Rogaba el sacerdote védico. Acharvaveda…

Por Juan Carlos Cena* especial para el MONAREFA

18 de diciembre del 2023

Según ciertas teorías, que casi son certezas, la vida viene del agua. Poco a poco, en un principio, ésta, la vida, se asomó cautelosamente fuera del agua y, desde ahí, espió las orillas y todo lo que tenía por delante. Sospechó que había más cosas al frente y, al rato se animó más. Reptando con sus dedos de agua se asomó más. Al avanzar más y más, en una de esas recibió al sol y el aire que ya circulaba tibio. Este, lo acarició como una invitación. En las noches observó el movimiento de la luna y los ojos del cielo, y reptó despacio en esas oscuridades iniciales.

AGUA LA VIDA


Dicen que así fue como ocurrió, que se animó primero, al rato se alentó y tomó impulso. Se animaba, le crecía el entusiasmo, se propuso ir a más, y se asomó y de tanto asomarse resolvió quedarse fuera del agua, era agradable. Con el tiempo le crecieron patas que suplieron los dedos de agua. Otras vidas en ese reptar optaron por las alas, o patas cortas o largas; según la ansiedad y la necesidad, otras, tímidas y desconfiadas, siguieron reptando hasta la fecha.


Una a una se fueron metiendo en las espesuras verdes de la tierra y, más tarde, la enriquecieron con más vida. Al tiempo nacieron las primeras vidas fuera del agua y, así, siempre más. La vida había desembarcado. Caminó, rodó, orilló en acantilados, fiordos, lugares serenos, socavones de agua fría, y otras no tanto.
La vida comenzó en el agua. Luego, como una larga cabellera la vida se fue desprendiendo del vientre acuoso, poco a poco y a cada rato. La vida no vino sola, trajo al agua consigo, así siguió la historia. Agua y vida desembarcaban sin cesar, enredada en sus pelambres que se sumaban a las otras que se adentraron y, entonces: ocurrió la multiplicación.

AGUA ESPESURAS


Siglos tras siglos, ratitos tras ratitos, se fue poblando el interior de la tierra con más vida, unas menudas otras grandes, volando, gateando, reptando, escarbando la cáscara del suelo... Desde el arribo fueron de andar juntas, vida y agua. Hubo un tiempo en que la vida se erecto, y ahí no más, al rato, le creció el dedo pulgar, y después construyó la primera herramienta y creó el trabajo, un poco más tarde, los sonidos sordos de sus gargantas se le hicieron palabras, y al juntarse, de a ratitos y entre todos, armaron el lenguaje; y para no olvidarse (venían con la memoria y el olvido a cuesta) apelaron a la piedra y al jugo de las plantas. Estamparon signos que luego les recordaría su historia. Inventaron la memoria escrita.


A todo esto, la vida, ya sabía de la vital importancia del agua: ella era su líquido amniótico; pero, además, la mantenía a la vida con vida. Para vivir la vida, el erecto, inundó tierras secas, hizo crecer el verde, desvió torrentes, le quitó la sal a la del mar, y la bebió; empujó a la vida a los interiores a través del agua.
Así, de esa manera arrinconó a las arenas, a las salinas les paró el avance, y con los árboles atrincherados, aplacó los vientos. La vida penetraba los socavones de la tierra.

AGUA LIQUIDO


Inventaron y se reinventaron recipientes: calabazas vegetales, vejigas, cueros cocidos a tiento, el verde se hizo madera y el tonel..., y así, con el tiempo, escarbando la tierra apareció el metal, lo derritieron y de a ratitos, al metal lo hicieron redondo, y lo llenaron de agua, y rodó, y se comió las distancias sin arenas.


Más tarde, estos empecinados erectos, calentaron el agua en esas vasijas metálicas y descubrieron una fuerza vaporosa. Aprovechando la fuerza de esa fuerza de vapor, descubrieron que podían acarrear más y más agua tierra adentro. El empecinamiento continuaba. Soñaron un día, desde que les creció el pulgar, dicen, que lo vienen haciendo, y ¡ja! Y a que no saben que: inventaron el ferrocarril. ¡Ja! ¡Semejante cuestión, de no creer, empujado por el aliento del agua!; digo: por el vapor de agua. El agua transformada, el agua vaporosa, el agua encerrada que busca liberarse; del vapor de agua al movimiento, y así: meta vapor de agua no más... Luego, el acarreo; de ida: agua; regresando: el cereal múltiple, otras piedras, otra gente... y el vino.

AGUA EMPECINADOS

Entre acarreo y acarreo penetraron montes, suavizaron salinas, alisaron quebradas, abrieron picadas, se fueron haciendo un lugar, y ahí no más, parieron, se aquerenciaron, y desde ese lugar incursionaron más adentro, y así... más adentro. El territorio de adentro se fue poblando. Más tarde, se rompieron los silencios ocultos de la tierra, y por entre las grietas de la rotura, aparecieron las tradiciones, el dioserio, los cantos, las vasijas, la música y los fermentos. Los de acá, le convidaron a los de allá, los jugos cálidos y aguardentosos; se mezclaron los cantos, los dioses arreglaron sus jerarquías; parieron y se juntaron con los otros de más allá... de más lejitos, y así, todo se fue estirando... más adentro. El agua acarreada por la fuerza del vapor los juntaba, la vida se expandía... más y más adentro.

 

Después, todo fue rutina. El vapor traía el agua en recipientes redondos de metal rodando, por caminos de metal. Rutina que se anunciaba de lejos. ¡¿Que si se anunciaba?! Se escuchaba el pitazo de vapor. Este se elevaba como una columna cónica, como si el sonido de vapor tuviera forma. Se divisaba el vapor, y ahí no más, al ratito, llegaba el sonido del pitazo. Uno muy particular.

AGUA EL VAPOR


Era como un juego, entre los niños y el viento. Estos, divisaban la columna cónica blanca, cateaban el viento de ese día, y después, ver quien acertaba la llegada del pitazo. Ese muy particular: blanco cónico.


Viento en contra, de costado o a favor, todo un juego. El vapor y... ¡ahora! ¡No! ¡Ahora sí! ¡Viene, viene, sí viene! El griterío por el acertijo. Apuesta sin premio. Incluía solo la satisfacción de acertar. Porción de alegría que traía el vapor y el agua acarreada: El Tren Aguatero.


Agua, vida, alegría, todo junto. Juego natural y fresco. Rutinario, esperado. Larga y triste era la espera cuando la rutina se alteraba. Algo ocurría. Comenzaban los primeros atrasos. El inexplicable atraso. Esto fue lo primero. Más tarde, mucho más tarde, ya no fue rutina. Venía, sin horario y salteado. Muchas veces de noche, a hurtadillas. Como: un dejo el agua y me voy. El silencio de la descarga, solo ruidos del enganche, acoples y la bocina invisible de la locomotora diesel.

AGUA ALEGRIA

Pero venían, nunca dejaron de venir. Diagramar trenes de agua era un acto solidario, como una costumbre, diría: genética. A pesar de las preferencias lucrativas de otros cargamentos. Aquí el lucro era la vida. Capricho de ferroviarios. Nunca dejaron de venir, reitero.


Como sea, pero el agua llegaba
. Siempre. Solo que el vapor quedó cansado y vencido: desapareció el pitazo, la columna de vapor y la llegada anunciada. El cambio, luego la nostalgia por esos juegos infantiles. La locomotora de vapor, juguete enorme y furioso, aportaba su chorrito de vapor; y el pitazo cómplice del maquinista, sabedor del juego, contribuía al estallido de la risa, y el brincar de la alegría. Sencillo juego de esas sencillas vidas. El ferrocarril dejó de hacer esos esfuerzos de vapor. Otra tecnología acarreaba el agua. Luego, vino lo que vino... el camino del agua se oxidó.

Pero los ferroviarios no solo transportaron agua, sino que, cuando comenzó el acarreo vaporoso del agua, casi en forma simultánea, enviaron a otros a perforar las entrañas de la tierra. En cada Estación, según sea, al lado no más, según sea, el agua. Un tanque se elevaba, vigilante y húmedo. Abajo, se instalaba una cisterna, según sea las cantidades de bebedores. En otra estación se repetían, y más allá también, tanque o cisterna, o los dos, según sea el Pueblo bebedor.

AGUA ESTACION


Tanques vigilantes y húmedos, era lo primero que se divisaba y anunciaba: aquí hay vida. Agua y vida. En ese mismo lugar abrevaban las locomotoras, coches de pasajeros, encomiendas, vagones, trenes con ganado, y así. Cisternas de acopio para repartir más adelante y más luego, donde la entraña de la tierra fuera seca.
El ferrocarril calmaba la sed. El ferrocarril transportaba agua y daba vida. Pobló el territorio de vida. Se metió en terrenos inimaginables. Donde no se pudo perforar el caparazón de la tierra construyó sobre ella gigantescas vasijas metálicas.


Tan importante era para el ferrocarril el agua, que dentro de sus estructuras contenía a otra: el Departamento de Servicio de Agua, era la Obra Sanitaria Ferroviaria.
Había un Comité de Agua por línea, y desde esa sección se coordinaba todo lo que tenía que ver con el agua. El relevamiento de todas las napas, ríos subterráneos, salinidades del país, estaban ahí, en sesudos estudios. Como agregado, un pluviómetro en cada estación. El ferrocarril tomaba las humedades de todo el territorio enrielado.

AGUA OBRA SANITARIA FERROVIARIA


La importancia del agua para el ferrocarril fue tan seria que cuando se efectuaba el cálculo del presupuesto, el agua tenía su columna en la inversión. ¿Lucro? ¡No! Se invertía para la vida, se comprende, porque el agua es VIDA. ¿Cómo lucro...? Proyectos, ampliaciones, conservación. El objetivo era surtir agua. Puedo decir con certeza que el ferrocarril regó al país.


Ahora, por estos tiempos digo y pregunto: ¿cómo contabilizo el verdor, el retroceso de las salinas y la contención del esmerilado de las arenas? Si han cerrado el camino del metal, el acarreo acuoso se detuvo, los pozos se secaron, o se pudre el agua en las cisternas, y éstas, son devoradas por yuyales, que, al secarse, transitan el camino de los vientos como representantes de la muerte seca. De nuevo el arenal salobre recorre las calles de los pueblos desamparados…

LA VIDA VIENE DEL AGUA

Imagenes: el agora y sol noticias trabajadas por prensa del MONAREFA.

Produccion periodística y diseño: Elena Luz González Bazán.

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